

Una de las mesas más heterodoxas y heterogéneas del ciclo "Arquitectura: ¿para qué?" fue la compartieron la bróker Alejandra Covello. el desarrollador Gustavo Menayed y el licenciado en filosofía Pablo Dreizik.
Covello, pionera en imponer la marca “Palermo Nuevo” en la
franja aledaña a las vías del ferrocarril San Martín entre las avenidas Santa
Fe y Libertador, subrayó la importancia del trabajo en conjunto entre los
arquitectos y los inmobiliarios. “Al principio, me fascinada tanto el saber de
los arquitectos que no me animaba a sugerirles nada. Me costaba decirles que no
a una idea, o advertirles que lo que proponían no iba a funcionar en el mercado.
Hasta que conseguí hacerles entender lo importante que es la mirada del que
está en contacto con los compradores y sabe leer las demandas”.
Menayed, Covello y Dreizik junto a las organizadoras del ciclo y autoridades de la Bienal.
Contó el caso de una torre en la calle Sinclair 3045, en la que
el desarrollador y el arquitecto querían hacer departamentos de dos ambientes,
casi un commodity, y ella los convenció de cambiar el plan por semipisos con
dependencia, “y fue un éxito absoluto”, agregó. A modo de conclusión, advirtió
que, si bien el consumidor final no necesariamente sabe apreciar la
arquitectura, sí sabe “lo que quiere y lo que necesita para vivir o trabajar”,
y que los estudios ahora consultan permanentemente a los inmobiliarios sobre el
producto a desarrollar.
Torre Sinclair 3045, en Palermo Nuevo.
A continuación, Menayed, titular del Grupo Portland,
describió cómo hizo el camino inverso: de la visión pura del mercado a la buena
arquitectura. “Los desarrolladores tenemos una buena cuota de responsabilidad
por la baja calidad de muchos productos”, admitió en general y en plural. Contó
que al comienzo de su actividad no entendía el valor de la arquitectura, empezó
a “enamorarse” de los proyectos de estudios como MRA+A, Lopatin o Bodas Miani
Anger. Su conclusión fue demoledora: “Hoy tenemos el honor de desarrollar el
último proyecto que firmó Zaha Hadid antes de su fallecimiento”, aseguró, en
referencia a la torre L'Avenue Libertador.
L'Avenue, el proyecto de Zaha Hadid Architects para Grupo Portland.
Por último, el licenciado en filosofía Pablo Dreizik, antiguo
miembro del grupo grafitero Los Vergara en la década del 80, aportó una mirada
crítica sobre algunas problemáticas del urbanismo y la vida en las ciudades.
Citando a la filósofa Hannah Arendt, objetó las formas de concebir la ciudad
que, en lugar de concebir a la Polis como “el lugar de lo público”, generan
“diferencias y jerarquías”. También se refirió a la obsesión por la seguridad,
para lo cual citó esta vez un cuento de Franz Kafka, “La madriguera”, y advirtió
cómo esta preocupación lleva a mucha a
gente, en el terreno de la arquitectura y el real estate, a crearse “un refugio
tan perfecto que termina por convertirse en su propia trampa”. Irónicamente los
definió como “countries de concentración”.
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